La falta de dinero en un club está abocada a ingresos. Esos ingresos tienen que llegar por la compra de un jugador, y siempre teniendo en cuenta la proporcionalidad directa entre calidad y precio. Pero hay un halgo mayor que la calidad de un jugador en un equipo, el liderazgo. Alberto Zapater ha dedicado 12 de sus 24 años de vida a su equipo, ha saboreado la gloria con la supercopa y ha sufrido la derrota en la final de Copa hace 4 años y el infierno del descenso a segunda, época en la que recibió suculentas ofertas ante las cuales, y dada la situación general y la salida de otros jugadores, lo más fácil hubiera que sin mucho ruido hubiera optado por salir. Pero por encima del dinero y demás tentaciones materialistas existe el sentimiento y lealtad a unos colores, a una afición y a un equipo. Un año después ha vuelto dando ejemplo a aquellos que no merecían vestir esta camiseta y huyeron en cuanto pudieron, y lo ha hecho como el capitán y líder de un vestuario que ni atistababa lo que era sentir unos colores como Alberto. Ahora y ante la ilusión de poder volver y empezar de nuevo unos politiquillos con una poca influencia monetaria fuerzan su salida para obtener ingresos. Su mediocridad no da para darse cuenta que Zapater es un símbolo, el estandarte, el pilar, el cimiento zaragocista que sostiene al equipo de la misma forma que Raúl en el Madrid o Gerrard en el Liverpool.
Los símbolos no se venden Agapito, y menos obligándolo a salir persudiéndolo de que su salida favorecerá al club económicamente. Afortunadamente estos señores pasarán pero la huella que ha dejado Zapater permanecerá en el recuerdo zaragocista, en ese hueco que la afición guarda para los grandes.
Ya no se cantará más el "Zapater te quiero" en la Romareda que ve con impotencia una salida que deja unos ridículos 4 millones y la cicatriz de desprenderse de una parte del escudo que Alberto Zapater representaba.
Los símbolos no se venden Agapito, y menos obligándolo a salir persudiéndolo de que su salida favorecerá al club económicamente. Afortunadamente estos señores pasarán pero la huella que ha dejado Zapater permanecerá en el recuerdo zaragocista, en ese hueco que la afición guarda para los grandes.
Ya no se cantará más el "Zapater te quiero" en la Romareda que ve con impotencia una salida que deja unos ridículos 4 millones y la cicatriz de desprenderse de una parte del escudo que Alberto Zapater representaba.
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