"Adiós, adiós ....hemos venido ha despedirnos de la segunda división..." esto cantaba hoy la Romareda, una afición que de nuevo vuelve a demostrar que es siempre leal a su colores incluso en tiempos difíciles.
48 jornadas de penitencia para un equipo que fue maltratado por las lesiones, la mala suerte y un proyecto utópico que le destruyó, y que ahora mira al futuro más positivamente.
El infierno del Zaragoza ha sido doble, primero la temporada en segunda que ha demostrado ser realmente dura en la que nadie tiene piedad y en la que hay que resistir bajo una dura presión que los de Marcelino no han superado hasta avanzada la segunda vuelta, período en el que definitivamente recuperaron la regularidad y se dirigió con paso firme hacia el ascenso; y segundo no olvidemos el calvario que le tocó pasar cuando todavía estaba en primera. Lo primero que desestabilizó al equipo fue hacerle pensar que tenia reales posibilidades de optar a la Champions, asunto que se comprobó rápidamente que carecía de cimientos y que desembocó en desilusión, pero qué esperaban, si creas proyectos que no se pueden cumplir desilusionas a la plantilla y a la afición que empezó a pedir la cabeza de los entrenadores que se sucedieron por los banquillos de la Romareda todos sin éxito, hasta cuatro en total lo que terminó por hundir a un vestuario de muchos nombres, muchas valiosas piezas que nadie supó como ordenar. Así la llama zaragocista se apagó poco a poco hasta apagarse y desaparecer, como desapareció, o mejor dicho, huyó mitad de la plantilla en busca de otro barco al que engañar.
De modo que ese puzzle que no encajaba desapareció del mapa de la primera división, para convertirse en otro distinto con una pieza que ha demostrado ser clave y eficaz: Marcelino García Toral. El asturiano manejó a una plantilla que en un principio se le hacía cuesta arriba tener que enfentarse a un panorama que no era digno a priori de su categoría y le fue muy difícil encontar la regularidad y la superioridad que se le presuponía pero que tardó en cuajar.
Pero sin el paso por Segunda nunca se habría producido el derbi aragonés, ni se habría descubierto a jugadores de la propia cantera que despuntan un futuro ilusionante como Ander, ni se habría construido una verdadera plantilla, (aunque todavía incompleta para las exijencias de primera), construida en las bases del esfuerzo y la lucha, y no en la imágen y los nombres. Ojalá vengan tiempos mejores, que aprendamos la lección y que la palabra sufrimiento deje de asociarse con el Real Zaragoza.
La esperanza es lo último que se pierde, y esa esperanza represesntada por Marcelino ha dado fuerza a sus jugadores para devolver al equipo del león y a su afición al lugar que le pertenece y lleva en la sangre: la 1ª DIVISIÓN.
Alfredo Andreu, 13 Junio
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