La verdad es que el éxito en el fútbol como en la vida se consigue después de mucho esfuerzo, fracasos y sufrimiento. Ver a un equipo ganar 5 títulos en una temporada es algo que se repite como poco cada 50 años dada la dificultad que supone que todo cuadre desde el entrenador, al cuerpo técnico, los jugadores, el contexto futbolístico de la época, es decir, los demás equipos, y por supuesto la participación de la afición. La probabilidad de que todo esto encaje en una temporada es muy pequeña. Pero este Barça hace las cosas tan fácil, juega a un fútbol tan poco comparable al resto y sólo en tres meses ha ganado 5 títulos, que parece que ese éxito lo lleve en la sangre y que todo lo que hace no tiene mérito pues no le cuesta esfuerzo y que toda su actividad queda justificada por unos jugadores incansables no sujetos a sentimientos o emociones humanas de forma que todas sus victorias quedan en un simple hábito sin dificultad. Pero ayer vimos a un Barça distinto a la poderosa máquina de otras finales, por fin más humano demostrando que sufren el cansancio como los demás. Sin el partido de ayer todavía quedaría una cosa por demostrar, si la personalidad de este club era de este mundo. Y menos mal que así es. Los azulgranas llegaban con la acumulación de partidos de la pretemporada y bastante consumidos de la final de la supercopa. Por primera vez las ideas no tenían una respuesta material, por primera vez el agotamiento hacía mella en un equipo que pensábamos no era de este mundo. El Shakhtar un equipo más débil de lo que fue el United, intentó aprovecharse en la medida que pudo de la evidente impotencia barcelonista. Los ucranianos forzaron la prórroga y en el 115 cuando ya todos esperábamos los penaltis el Barça construyó una jugada que tardará en ser olvidada una genialidad propia de genios, un gol que es la imagen del club, la perfecta armonía que existe entre las estrellas y la cantera. Pedro se la pasa a Messi, el argentino en una de esas maniobras imposibles encuentra un hueco a la espalda del defensa para combinar en pared con el canterano, y Pedro al palo izquierdo del portero raso pone el quinto trofeo en las vitrinas del Camp Nou . Hace media década el Barça de Kubala, el de las cinco copas hizo historia, era otra época y otra forma de juego pero aquel Barça no se diferenciaba mucho al de hoy, hacia un juego distinto al resto, a otro nivel, ambicioso e insaciable.
No sabemos cuanta mecha le queda por quemar a los de Guardiola, lo que sí sabemos es que mientras le quede vida a este equipo, y vamos viendo que sí, seguiremos disfrutando de otro fútbol inalcanzable para los demás, atrevido como ninguno, inagotable, mítico, genial. Simplemente fútbol.
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